martes, 2 de julio de 2013

Educación y ambiente

Panorámica del Pico Oriental, visto desde el Occidental, a la derecha comienza a dibujarse Caracas. Foto: José Zambrano.











La educación para el ambiente es desde hace varios años un componente importante de la formación básica de los niños en nuestro país, y es, además, parte de la formación “obligatoria” de los docentes. La idea de educación física y recreativa que incluyera caminatas o paseos por los entornos naturales formaba parte del proyecto de Currículo Nacional Bolivariano. En conclusión, en nuestro país, ya se ha estudiado la importancia de que el estudiantado se relacione con el entorno natural, no sólo a un nivel científico e investigativo, sino también de una manera que le permita sentirse parte de ese entorno, que sea más activo en el mundo, que sea más sensible y respetuoso con la naturaleza. Grandes filósofos, como Jean-Jaques Rousseau, conocían esa importancia; al parecer, él mismo realizaba largas excursiones o caminatas.
Huellas de aves y personas
mezcladas en un sendero del Waraira. Foto: José Zambrano



La práctica de educar para entender el ambiente debe sobrepasar la comprensión conceptual, centrada en el libro y en sus contenidos. Debe incluirse la educación con el ambiente, donde el ambiente también sea un medio de aprendizaje. Es decir, un proceso donde la persona que se forma tenga la oportunidad de contemplar por sí misma el mundo, de reflexionar y hacer sus propias teorías. Debería permitirse esa sea una oportunidad más para el aprendizaje centrado en el proceso individual del educando; que sea también, un proceso de esparcimiento y relajación, más allá de una actividad meramente física. El ejercicio es fundamental en la formación, pero el ser humano es un complejo que trasciende lo meramente físico, pues tiene necesidades psicológicas y racionales.

La riqueza de la educación ambiental es verdaderamente amplia. Los antiguos insistían en que mucho de lo que hay que aprender ya está en la naturaleza, pero como nos recuerda el autor de El principito “lo esencial es invisible a los ojos”. Quizás es en ese punto donde entra la importancia de la labor del educador como un guía, un tutor o un mentor que asista ese proceso.

A veces sentimos que estas ya las supieramos desde hace mucho, pero que necesitaramos contínuamente recordarlas y evaluarlas. Pues, más que un cambio en el sistema, se requiere una labor  activa y consciente de los individuos. Una educación diferente e integradora dependerá de buenos maestros, pero también depende de una labor
esmerada de los padres o responsables.

Lo que se aprende de la tierra, con la familia,
con el trabajo, es más significativo y valioso
que conocimientos estériles y alejados de la realidad
dados en un aula cuadrada. Foto: José Zambrano

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